El jardín andalusí, clase y estilo

Los jardines andalusíes hacen posible viajar en el tiempo. El color y la tranquilidad que en ellos se respiran los convierten en espacios casi sagrados.

21 ABR 2017 · Lectura: min.
El jardín andalusí, clase y estilo

En la cultura andalusí apenas había palacio o vivienda sin su correspondiente jardín, un espacio arquitectónico incorporado a la propia vivienda que combinaba la presencia de flores y árboles con fuentes y estructuras dedicadas al agua.

Hablar del jardín andalusí es hablar de la Alhambra, de Madinat al-Zahra', de la Aljafería de Zaragoza, del Castillejo de Monteagudo o del Alcázar de Sevilla. Es hablar de lugares donde la vegetación y el agua tienen una importancia vital, pues ambos elementos están vivos, y como tal conviven en perfecta armonía en ese entorno privilegiado.

Los árabes entendían los jardines como realidades en continuo cambio, espacios que nacen, crecen y mueren, y que, por tanto, formaban parte del devenir de la propia vivienda. De ahí que los jardines sean uno de los elementos más sorprendentes, bellos y singulares de la arquitectura palatina andalusí.

¿Cuáles son sus características más destacadas?

Todo gira en torno al agua. Ya hemos indicado la importancia que tenía el agua en la cultura andalusí, por cuanto, como las plantas, era considerada un elemento sagrado, un don de la naturaleza que permite la creación de la vida. Por ello, los jardines andalusíes se ordenan en torno al agua, que se distribuye para que lleve su don de vida a toda las plantas que se disponen en este espacio.

Simetría. Los jardines andalusíes suelen ser rectangulares o cuadrados y están divididos de manera simétrica en cuatro cuadrantes. Esta división se realiza por medio de un eje central en forma de cruz que suele coincidir con un canal o acequia por donde circula el agua. En el centro de dicho eje se sitúa casi siempre una estructura singular, ya sea una fuente, un aljibe, un cenador, una alberca… Los cuadrantes son parterres, jardines pequeños con flores, árboles y espacios para el paseo y el consiguiente deleite de los sentidos.

Dentro de los cuatro cuadrantes podemos encontrar nuevas divisiones, otras acequias que dotan de sonido al dibujo que realizan las propias flores.

Delimitación de espacios. Una de las cosas que más nos llaman la atención es que los jardines andalusíes están perfectamente delimitados, no solo en el seno de la propia arquitectura palatina, sino que dentro del propio jardín también asistimos a una definición de espacios entre las zonas verdes y las construcciones dedicadas al agua. Esta delimitación está relacionada con la propia división simétrica que se hace del espacio, que permite articular la distribución de la vegetación en función del canal o acequia que divide cada espacio o parterre.

Vegetación compuesta por frutales y palmeras. Los frutales y, sobre todo, las palmeras datileras son los árboles más destacados del jardín. Las segundas son reminiscencias de su origen, con claras connotaciones sagradas. Entre los frutales abundan los limoneros, los naranjos, los membrillos, los melocotoneros y los manzanos. También podemos ver olivos e higueras, así como almendros y cerezos. Las flores aromáticas también tenían presencia en estos espacios, así como otros vegetales como las habas o las espinacas.

Pasear por los jardines andalusíes que aún hoy se conservan en nuestro país es pasear por un espacio lleno de color, olor y sonido, una explosión de los sentidos donde el ruido del discurrir del agua se mezcla con la propia naturaleza creando un entorno mágico y cuasi divino.

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