El jardín natural como tendencia para la sostenibilidad
Artículo revisado por el Comité
Podría parecer que incluyendo algún elemento de los que se conocen como “naturales” (una rocalla, un riachuelo…) y utilizando técnicas de mantenimiento ecológicas (abonos orgánicos y similares) es suficiente para calificar un jardín como “natural”. Pero, no es tan sencillo.
La primera clave para entender la complejidad que se esconde tras el concepto de “jardín natural”, la proporciona la propia contradicción que supone aunar en una misma expresión dos términos opuestos. Algo natural es por definición algo sin artificio y un jardín está siempre creado por la mano del hombre. Se trata de una manera de acercarnos a la naturaleza desde nuestra condición de seres humanos transformadores.
Desde este punto de partida, veremos el jardín como una prolongación de los espacios naturales. Prescindiremos de simetrías y ángulos, en favor de un desorden “ordenado” que aporte belleza y armonía, como en la naturaleza. Y, por supuesto, usaremos especies autóctonas para la vegetación y la decoración. Además, así conseguimos diseños poco exigentes en cuanto a consumo de agua y de sencillo mantenimiento.
Porque, no se trata de no hacer nada en nuestro jardín natural, sino de poner a prueba nuestro conocimiento de la naturaleza, actuar para que los seres vivos con los que compartimos nuestro espacio evolucionen conforme a su inherente desarrollo vital.
Son cuatro los conceptos que debemos poner en práctica: paciencia, ética, sensibilidad y equilibrio. También es interesante que revisemos nuestra idea de funcionalidad y de estética. Detalles como la falta de floración en determinadas épocas del año o la aridez de una parte del terreno, hay que verlas desde otra perspectiva. Apreciar la belleza de las tonalidades grises, marrones, rojizas implica que reconocemos la vida latente en ellas y su equilibrio.
Foto: Pro Garden